jueves, 5 de marzo de 2009

El casado casa quiere





Mi amiga María salió de su casa corriendo como alma que lleva el diablo. En sus manos portaba sendas bolsas cargadas con ropa. Era el primer traslado que hacía desde su casa a la de sus suegros.
-¡Madre mía, creí que no llegaba nunca este día!, iba ella rutando, a la vez que se adivinadan lágrimas de felicidad en sus ojos. ¡Qué felicidad¡ ¡No me lo puedo creer, decía por lo bajines. Y es que después de cuatro meses, la situación se hacía insostenible.

Marido, tres hijos y para más INRI los suegros, que siempre venían cuando alguno de ellos había tenido algún percance, enfermedad, caída, etc..Y María que es una extraordinaria mujer, atendía a unos y otros con paciencia y aguantando algún que otro chaparrón.

Si, porque María es una persona muy culta, le gusta además mucho la música, sobre todo le priva la clásica, aunque también los fados de Dulce Ponte. Su mayor placer es sentarse por la tarde en su salón, poner un disco de vinilo y escuchar con los ojos entrecerrados y si es verano oyendo las olas del mar. Placer a tope, vamos, pero que un día si y otro también quedaba roto por los comentarios sarcásticos de ‘la doñita‘, a quien en innumerables ocasiones trataba de agradar, como buena anfitriona.

Pero ni la música lograba amansar a ‘las fieras‘, que tenían que poner peros a sus gustos musicales.
¡Ni en mi casa puedo hacer lo que me da la gana!. ¡Esto es el colmo!, protestaba María, cuyo marido hacía oídos sordos a sus protestas.

Por eso, el día que consiguió una casa para sus ‘políticos‘, y no muy lejos precisamente de la suya, así como una persona para que los cuidara con mimo, como así ocurrió, María no cabía en si de satisfacción. Cogió un par de bolsas repletas de ropa de sus suegros con la intención de llevarlas a la nueva casa. Vamos que la ‘operación traslado’ había empezado ya.

-¡Yupi …yupi….yupi. María salió del ascensor de su casa y emprendió el camino hacia la casa de los susodichos. Iba tan acelerada que de pronto tropezó, cayó al suelo y horror de los horrores, se rompió la tibia.
-¡Esto me pesa a mi por mala, decía María con lágrimas de dolor y a la vez de desesperación. ¡Dios me ha castigado!.

-Caramba María no te autoflajeles, le decía Celia, que no sabía cómo calmar a su amiga. Porque claro, además de su sentido de culpabilidad. María tuvo que aguartar tres o cuatro meses con la pata rota y las consecuencias que ello conlleva.

Y todo eso después de sus desvelos, atenciones, búsqueda de una casa, de la muchacha. Porque ojo, esa situación no se produjo una sola vez, sino varias, según me contaba. Que a los abuelotes les pasaba algo, pues a casa de su hijo, que la mujer ya les cuidaria. Y claro en el paquete iban siempre dos personas. Vamos como en las ofertas de los supermercados, ‘dos en uno’ o ‘dos por uno‘.

Celia escucha con paciencia a su amiga María mientras toman una copa y solo se le ocurre aquel refrán tan significativo de que ‘EL CASADO CASA QUIERE’. Y yo le añadiría, pero sin mosquitos y a ser posible con vistas al mar.

2 comentarios:

circe dijo...

y no me digas más, que con la suerte que tiene la tal María, cuando se rompió la pata,quienes acudieron a su casa a cuidarla fueron.....los suegros!!!!...Mira que no se los quita de encima,eh?...Perdona que te diga pero....´le faltó vista al buscar la nueva casa de ellos a poca distancia de la suya,eh?, no es por nada...Si es que no aprende...

celia dijo...

Buena hasta la médula. No tiene malicia, vamos como una niña. Pero con el tiempo creo que aprenderá. La pobre hasta se quedó un poco coja.