miércoles, 21 de abril de 2010

Amistad con mayúscula


Escribir sobre la amistad es algo que Celia tenía pendiente desde hacía mucho tiempo. Sin duda no es nada fácil sobre todo cuando se ha pasado por un trauma que la dejó marcada durante tiempo y hoy es el día en que aún recuerda con nostalgia, aunque sin rencor, aquel episodio que vivió junto a una de sus compañeras de estudios.

Hasta entonces Celia no sabía lo que era la amistad auténtica. Porque una cosa es ‘tener’ amigas, salir con ellas, contarse las inquietudes del día a día, hablar de los compañeros de clase, de quien te hace ‘tilín’. En fin, de esas trivialidades que surgen a lo largo de cada jornada durante la juventud. Y otra muy distinta es conocer el fondo de las personas.

Fue un día como otro cualquiera. Compartían los mismos estudios en la universidad y estaban en el mismo colegio. El caso es que ella se fijó en Celia y así empezó una amistad que al principio hablaba de las cosas más superfluas para luego adentrarse en las más íntimas. Fue como descubrir un mundo nuevo, desconocido hasta entonces por Celia, lleno de ilusiones, donde no había secretos de ninguna clase. Valoraban todo lo relacionado con la entrega, las pequeñas cosas de la vida, hablaban de los gustos por la música o la literatura, de no ocultarse los más mínimos secretos o sentimientos incluidos los del espíritu. Celia era feliz ya que por primera vez alguien se interesaba por ella misma. Llegó a vivir uno de los episodios más gratos de su vida.

Sin embargo un día todo aquello cambió al descubrir que en el fondo había demasiados intereses y presiones, que su vida estaba siendo dirigida y manipulada, que la amistad era sólo una escusa para conseguir aquella ‘amiga’ sus propios fines. Fue entonces cuando Celia lo comprendió todo y pidió unas explicaciones que nunca llegaron.

Mientras tanto su ‘amiga’ tomó otros rumbos diferentes al percatarse de que había fallado su objetivo. Si se encontraban en los pasillos de la facultad un seco adiós era la contestación a cualquier empeño de Celia en pedir una justificación. No comprendía cómo después de tantos meses hubiese llegado a ese comportamiento. Se sentía defraudada, engañada. Todo había sido una mentira y en definitiva se había burlado de ella.

Para Celia fue un auténtico trauma. No comprendía cómo de la noche a la mañana se podía tirar por la borda algo tan especial como aquello que había vivido. Lloró muchas noches recordando aquel episodio, aunque en esas lágrimas no había ni odio ni aversión. Su máximo objetivo era mantener una conversación y, pese a todo, perdonar y abrazar a aquella persona. Los años han pasado y las vidas de una y otra tomaron rumbos diferentes. ¿Dónde estará? ¿Dónde vivirá?, se pregunta muchas veces Celia, quien a pesar de los años transcurridos no puede olvidar esa etapa en la que conoció por primera vez la auténtica amistad.

martes, 6 de abril de 2010

Las cosas sencillas


Sin duda fue una tarde inolvidable. Y es que de las cosas sencillas se disfruta a veces mucho más que cuando uno prepara algo ostentoso. En este caso primó la espontaneidad, la ocasión. Que Celia y María hayan quedado para comer, a muchos puede parecerles la cosa más normal y natural del mundo, pero para ellas no es así porque ambas amigas son casadas, tienen familia a la que atender y eso de salir de ‘picos pardos’ y decir: ¡ahí os quedáis! y con la recomendación añadida de ‘meted los platos en el friegaplatos‘, no es cosa que puedan o se atrevan a hacer un día sí y otro también. Celia ha aprovechado la ocasión de que está sola en casa para llamar a su amiga y hacerle esa proposición, que María aceptó con la mejor de sus sonrisas y entusiasmada. Vamos, que le encantó la idea. Parecían dos niñas pequeñas con zapatos nuevos.

Previamente María se pasó por la tienda de Manolito, como no, para abastecerse de los inciensos que tanto la enloquecen, porque su nieta en una de sus últimas fechorías sacó de la cajita los que la quedaban a su abuela e hizo un picadillo tal que aquello ya no servía ni para echar al fuego de la chimenea. Pronto empieza la chiquilla a manipular estos sensuales palitos, aunque todo hay que decirlo: en parte tiene la culpa su abuela que cuando enciende un incienso enseña a la pequeñaja a aspirar el aroma que fluye al irse quemando.

Siguiendo con nuestra historia las dos amigas decidieron aprovechar el maravilloso sol de la primavera y sentarse en una terraza, donde aparte de degustar ricas viandas, con postres incluidos, pudieron disfrutar del maravilloso panorama de la bahía. No pararon de hablar, se pusieron al día en todos los acontecimientos familiares y de otra índole. A media tarde encaminaron sus pasos hacia casa de Celia. El motivo no era otro que encender el ordenador, mirar correos y fotos que a María le interesaban, sobre todo los que había mandado su hermana Lola.

Todo hay que decirlo y es que María, como bueníiisima ama de casa, sabe infinito de todo lo relacionado con los fogones, pero de ordenadores nada de nada. Y ella está con la mosca tras la oreja pues cuando su hermana y Celia le hablan de todo lo que se puede hacer en el ordenador le entra el gusanillo y dice: ‘Me voy a comprar uno’.

Ya el colmo de los colmos fue cuando Celia empezó a poner música de los cantantes de su época como Ray Charles y su ‘I can´t stop loving you’, ‘Release me’ o en ‘Dalilah’ de Tom Jones. Y esas canciones fueron los entremeses de una tarde tranquila, sin agobios, pero llena de recuerdos de juventud