viernes, 21 de mayo de 2010

Loca por las rotondas


Imagínense un paseo marítimo bordeando la bahía de una ciudad, en este caso española, con un encanto sin igual. Hace un sol radiante, sopla el Nordeste, la temperatura es ya primaveral y las terrazas de las cafeterías están a rebosar. A lo largo de ese paseo hay una rotonda, para fastidiar lógicamente a los conductores, alrededor de la cual se montan a diario unos follones que no acaban en tragedia de puro milagro. Y es que eso de ceder el paso a los que vienen por aquí o por allá o a los que han entrado en la curva haciendo mil filigranas, no es precisamente uno de los signos de educación al volante que más brille entre los conductores. Todo viene a cuento porque una de las hijas de Celia contaba en las tertulias habituales del café que en cierta ocasión y yendo en el coche con su marido, vieron en el centro, sí han leído ustedes bien, pues eso en el centro de dicha rotonda a su tía Benita, abuela de once nietos, escritora y con grandes deseos de adquirir un piso con vistas al mar pues de la capital están ya más que hartos.

- Elena, la hija de Celia, puso el grito en el cielo: “¿Pero qué hará ahí mi tía? Que yo sepa no está pirada“. Pero lo que más la intrigaba era cómo se las habría apañado para llegar allí pues lógicamente la circulación a esa hora era terrible.
- “Voy a llamar a mi madre“, dijo Elena, a quien lo que más le preocupaba ahora era cómo iba a poder salir de allí la tía Benita.
- ¡¡¡Mamá, la tía Benita está apostada en el centro de la rotonda del paseo marítimo. Dame su teléfono móvil!!!.
- “Chiquilla has tomado mucho el sol en la playa y me parece que ves doble. Deberías ir al oftalmólogo“.
- “Madre nunca me tomas en serio; baja y lo verás porque mi marido y yo estamos dando vueltas con el coche alrededor de la rotonda y ya tengo un mareo que me van a tener que llevar a urgencias“. De pronto Elena sacó la cabeza por la ventanilla del coche, que con la brisa marina se despejó un poco, y grito a su tía Benita: ¿Qué haces ahí?.

Cogida in fraganti ante la aparición de su sobrina, Benita con la mejor de sus sonrisas contestó que “estaba mirando las casas del paseo. La verdad, decía, es que me gustaría comprar una pero tengo que enterarme de si alguna está en venta“.
-”¿Y para eso te subes á la rotonda?” Eres una auténtica suicida.
- Es que desde aquí, apostilló, tengo una panorámica mejor de todo el conjunto”.
Elena no daba crédito a lo que estaba oyendo sobre todo en boca de aquella persona, su tía, que seguía oteando el horizonte inmobiliario a diestro y siniestro.

Sólo la faltaba una máquina fotográfica para luego hacer comparaciones, visitar alguna que otra agencia y…a ver lo que salía de todo ello, pensaba Elena a quien el mareo por dar tantas vueltas a la rotonda no había remitido.
- Sacando fuerzas de donde pudo Elena la preguntó: ¿Y cómo piensas salir de ahí, pues el tráfico está ahora en pleno auge?, mientras su marido seguía dando vueltas y más vueltas alrededor de la rotonda bajo una tronada de bocinas de los coches.
A Benita, tan graciosa como siempre, no se le ocurrió otra cosa que decir: “Aparcar pegaditos a la rotonda y me monto“.

lunes, 10 de mayo de 2010

Bollos preñados y otras cosas



Ella miraba atónita aquellas dos figuritas de cristal con forma de pirámide, de las que emanaban unas luces tornasoladas; en el fondo aparecía su signo zodiacal. Todo un detalle. Se trataba del regalo de cumpleaños de su chico. “No me lo puedo creer“, decía para sí, tras imaginarse que el maravilloso obsequio prometido se había convertido en algo tan simple como aquellas dos figuras que seguramente había adquirido en CC (Cadena Cien).

-Ya sé que estamos en crisis, manifestaba Pochola a su amiga Gertrudis, ¿pero es que no tiene imaginación?. Aunque sea un ramo de flores, unos bombones.
-Pues va ser que no, apuntó Gertrudis, no sin antes echar una carcajada al tiempo que espetaba ese dicho de que ‘todos los hombres son iguales‘.

Y es que Pochola es una romántica de tomo y lomo. Le gustan los detalles, las sorpresas, soplar las velitas y siempre mantiene la ilusión de que algo nuevo y maravilloso va a caerla en uno de los días más señalados de su vida. Y ahí es donde peca de ingenua.
Ella siempre se ha desvivido por dar a su chico toda clase de atenciones en su día. Si no tiene una tarta que ofrecer, se las apaña para comprar unas ricas magdalenas sobre las que luego pinchará unas lindas velas, lógicamente con número pues si no no cabrían. También procura que una flor adorne la mesa durante el desayuno. Y también habrá un maravilloso paquete con el regalo correspondiente.

Él, sin embargo, se ha olvidado de la flor, de las magdalenas y de las velas que, a última hora y cuando ha visto la cara de mal humor de su mujercita, no le ha quedado más remedio que bajar a la panadería más próxima. ¿Y saben lo que se le ha ocurrido comprar? Nada más y nada menos que dos ‘bollos preñados‘. Si esos que están rellenos de choricillo por dentro y que cuando hincas el diente rezuma un juguillo rico, rico. Vamos que imaginación no le faltó.

-Y no puso las velas?, dice su amiga Gertrudis.
-Por supuesto; lo que pasa es que como eran de las tiendas de los chinos o de la CC, al poco de encenderlas empezaron a deshacerse y expandirse sobre los bollos preñados dando la impresión de que habías echado azúcar glass.
-Bueno, ¿y qué te regaló?.
-Pues las dos pirámides de Egipto, aunque me ha dicho que el regalo de verdad llegará en breve.
-¿Cuándo?
-En breve, mujer. No seas mala y ten ‘confianza‘.
-¿Con-qué? Te digo yo.

sábado, 1 de mayo de 2010

Carta de Jorge al Ratoncito Pérez


A veces los niños nos sorprenden gratamente con respuestas que nos demuestran su grado de generosidad para con los demás. Hace unos días Jorge, un sobrino nieto de Celia a quien se le había caído uno de sus dientes, puso éste debajo de la almohada para que el ‘Ratoncito Pérez’ le dejara un obsequio. Todo el mundo sabe desde su niñez quién es este personaje tan simpático, aunque no lo hayan visto nunca, y las alegrías que reparte entre todos los niños, cuando por la mañana nada más despertar miran ansiosos y con los ojos aún entrecerrados debajo de la almohada con la ilusión de ver lo que les ha dejado a cambio de su diente.

Pero en este caso la sorpresa se la llevó el ratoncito y la madre de Jorge a la mañana siguiente al descubrir que había una nota de su hijo para el ‘Ratoncito Pérez’ en la que decía: “Hola Ratoncito Pérez. Soy Jorge. Si no estás muy ocupado te voy a dar unos regalitos para que se los dés a otros niños. Es un Bakugan con su carta y 5 euros”. ¡Qué generosidad la de este niño que sólo pensaba en ayudar al ratoncito en cuestión y que no le faltasen ‘fondos’ con los que obsequiar a otros benjamines.

La respuesta no se hizo esperar y al día siguiente Jorge se encontró con una respuesta a su misiva: “Hola Jorge he visto tu mensaje, pero quédatelo tú, pues por cada diente a mí me dan dinero y los juguetes también me los dan para repartirlos entre más de un millón de niños cada día. Muchas gracias y sé que en seguida te visitaré, pues hay un diente que se te mueve ¿verdad?. Un beso muy fuerte por ser un niño tan bueno”.

Pero la cosa no paró ahí, ya que al otro día y con toda la inocencia de su niñez, Jorge dejó otra notita, en este caso más breve, en la que apuntaba: “Te voy a dar un regalito para que apuntes dónde tienes que ir. El regalito es un lápiz”.

Esperamos que cuando se le caiga otro diente Jorge tenga ya preparado un pequeño cuadernito para regalar a su querido ratón. Es una idea ¿no?.