lunes, 21 de febrero de 2011

Cuidados intensivos


Celia ya se ha jubilado. Bueno eso es un decir porque el ‘jubileo’ de la casa no llega nunca. Es más a veces el trabajo se multiplica a la hora de preparar la mesa durante los fines de semana, fechas en que aparecen hijos o nietos o ambos a la vez. Vamos que mientras no coincidan todos al mismo tiempo la cosa es llevadera. Ahora ha empezado una nueva etapa: la de los cuidados intensivos, que si médico por allí, medico por acá. Y todo para qué. Según dicen ellos para estar vigilada y que ciertos achaques derivados de la hipertensión, del corazoncito, que ya no está para muchas teclas, del colesterol, etc, etc no acaben con tu vida antes de tiempo por culpa de ignorar la existencia de estos profesionales.

- Oiga que yo ya he cumplido con mis deberes. ¿No tengo derecho a vivir en paz ahora que me he jubilado?.
Pues está visto que no. Un día vas al médico y te ponen un aparatito que lleva unos cables que conectan el corazón con una especie de móvil que va registrando los latidos del mismo y cómo funciona a lo largo de 24 horas. Luego vas a otro y te ponen otro similar o sea un medidor de la tensión que también tienes que llevar 24 horas. Ese sí que le manda narices pues cada cuarto de hora más o menos te toma la tensión, notas la presión sobre tu brazo y después de dejártelo estrujado y espachurrado que casi no te llega la sangre a las manos, va registrando en un aparatito también tu tensión máxima, mínima y el pulso. Es que es listísimo. Pero ojo porque todo el cableado tienes que llevarlo sujeto con un cinturón. Vamos un modelo última moda, como para ir a probarse un trajecito. Puesta de perfil puedes pasar por una embarazada de cinco meses, pero lógicamente ese no es el perfil actual de Celia.

Ya el colmo de los colmos es cuando un familiar de Celia le sugirió, y no precisamente en plan de broma, que a su edad debería visitar a un urólogo.
- La respuesta fue contundente: ¿cómo, tú estas chalado?. El urólogo es un médico de hombres. ¿Y por que no vas tu al ginecólogo?.
Tras una discusión, en la que dicho familiar no se atenía a razones y decía que en las salas de espera de dichos médicos veía también a mujeres (lógicamente acompañando a sus maridos), Celia cogió el teléfono y marcó el número del urólogo de su marido. Una amable señorita contestó y preguntó el motivo de la llamada.
Celia no se lo pensó dos veces: quiero pedir hora para que el médico me confirme si tengo próstata o no.
- ¿Cómo?.
- Señorita es una cuestión de dignidad.

2 comentarios:

circe dijo...

y qué tal tienes la próstata??? anda que....
Y si, aún recuerdo el aparatito ese que llevabas en la cintura y que de repente, hacía que tu cara tomara un ligero color amoratado que quería decir que en ese momento te estaba oprimiendo el brazo para tomarte la tensión. Ahora, lo peor fue la que se armó cuando entraste en la tienda esa y al quitarte el abrigo, se sembró el pánico, todo el mundo corriendo histérico, las sirenas de la polícia sonando....y es que te confundieron con un suicida de estos; un hombre-bomba...madre mia!!

mariquilla Terremoto dijo...

¡Viva la kamikaze profesional....!
...Yo pensé que lo tuyo era el periodismo,pero....