miércoles, 17 de noviembre de 2010

Disfrutar el día a día


No hay mejor cosa que disfrutar del presente, del día a día. Dicen que después de la tempestad siempre vine la calma y Celia aprovechando un día soleado fuera de lo común en este otoño, sobre todo por la temperatura, se pone ropa cómoda, incluidos los zapatos y sale de casa con la intención de dar un maravilloso paseo y digo maravilloso porque ha decidido cambiar de su rumbo habitual y encaminar sus pasos hacia una zona más tranquila de la ciudad, lejos de bullicio que engendra el tráfico, las cafeterías, el comercio en general y el deambular de la gente de acá para allá siempre con prisas.

Después de una caminata de al menos tres kilómetros, siente la necesidad no ya física sino psicológica, de sentarse en un banco. ¡Qué placer contemplar ese mar en calma y al mismo tiempo dejarse acariciar por un sol que ya no quema y respirar el olor a mar y, que casualidad, a hierba recién cortada!. ¿Se puede pedir más?.

Tras de sí, una carretera bordea toda la costa por la que transitan coches y más coches, autobuses y más autobuses. No es que provoquen un ruido infernal, pero de pronto nota la diferencia cuando todo queda en silencio. ¿Qué ha pasado? Nada digno de mención. Solo que por un momento la circulación se ha parado. El silencio se nota, se respira, se palpa. Todos los sentidos se concentran en ese momento y entonces Celia cierra los ojos, agarra bien el bolso por si las moscas, y hasta sus oídos llega el ruido de las pequeñas olas cuando llegan a la orilla. Es solo un minuto o quizás menos hasta que el ladrido de un perro la saca de su ensimismamiento, mira hacia la playa y observa al canino correr de un lado para otro; se ve que está feliz sobre todo ahora que puede hacerse el amo y señor de la playa tras haber pasado la temporada veraniega. Se mete en el agua para recoger un palo que le ha tirado su amo, sale con él en la boca y de nuevo vuelve a repetirse la operación. No se cansa, ladra a su amo para que siga con el juego y así una y otra vez.

De nuevo vuelve el silencio y Celia disfruta a tope de esos segundos, cierra los ojos, pero pronto los abre para contemplar ese mar en calma, los pueblecitos del sur de la bahía y es entonces cuando recuerda al cantante Jorge Sepúlveda, quien cantó tantas veces a esa ciudad inspirado en la belleza de su bahía.

3 comentarios:

circe dijo...

idílico...yo tb tuve ese momento..c.reo que hablamos del mismo día aunque en mi caso no hubo perro...

Mariquilla Terre moto dijo...

¡Qué bonito te ha quedado....!. Yo cada vez que contemplo la bahia desde el paseo, me acuerdo de cuando con once o doce años, andando por allí con buen tiempo, papá nos decia:"mirad, esta es la bahia más bonita del mundo". Y yo, con esos años, pensaba:"qué exagerado...". Pero tenia razón, es preciosa.

celia dijo...

No fue el mismo día, Circe, pues yo estaba sola, pero vamos que podría haber sido. Y es que esta bahía no tiene parangón. Y encima la diferencia de verla con sol, nublado, con viento sur, al amanecer, al atadecer o con la luna. Preciosa.