martes, 6 de abril de 2010

Las cosas sencillas


Sin duda fue una tarde inolvidable. Y es que de las cosas sencillas se disfruta a veces mucho más que cuando uno prepara algo ostentoso. En este caso primó la espontaneidad, la ocasión. Que Celia y María hayan quedado para comer, a muchos puede parecerles la cosa más normal y natural del mundo, pero para ellas no es así porque ambas amigas son casadas, tienen familia a la que atender y eso de salir de ‘picos pardos’ y decir: ¡ahí os quedáis! y con la recomendación añadida de ‘meted los platos en el friegaplatos‘, no es cosa que puedan o se atrevan a hacer un día sí y otro también. Celia ha aprovechado la ocasión de que está sola en casa para llamar a su amiga y hacerle esa proposición, que María aceptó con la mejor de sus sonrisas y entusiasmada. Vamos, que le encantó la idea. Parecían dos niñas pequeñas con zapatos nuevos.

Previamente María se pasó por la tienda de Manolito, como no, para abastecerse de los inciensos que tanto la enloquecen, porque su nieta en una de sus últimas fechorías sacó de la cajita los que la quedaban a su abuela e hizo un picadillo tal que aquello ya no servía ni para echar al fuego de la chimenea. Pronto empieza la chiquilla a manipular estos sensuales palitos, aunque todo hay que decirlo: en parte tiene la culpa su abuela que cuando enciende un incienso enseña a la pequeñaja a aspirar el aroma que fluye al irse quemando.

Siguiendo con nuestra historia las dos amigas decidieron aprovechar el maravilloso sol de la primavera y sentarse en una terraza, donde aparte de degustar ricas viandas, con postres incluidos, pudieron disfrutar del maravilloso panorama de la bahía. No pararon de hablar, se pusieron al día en todos los acontecimientos familiares y de otra índole. A media tarde encaminaron sus pasos hacia casa de Celia. El motivo no era otro que encender el ordenador, mirar correos y fotos que a María le interesaban, sobre todo los que había mandado su hermana Lola.

Todo hay que decirlo y es que María, como bueníiisima ama de casa, sabe infinito de todo lo relacionado con los fogones, pero de ordenadores nada de nada. Y ella está con la mosca tras la oreja pues cuando su hermana y Celia le hablan de todo lo que se puede hacer en el ordenador le entra el gusanillo y dice: ‘Me voy a comprar uno’.

Ya el colmo de los colmos fue cuando Celia empezó a poner música de los cantantes de su época como Ray Charles y su ‘I can´t stop loving you’, ‘Release me’ o en ‘Dalilah’ de Tom Jones. Y esas canciones fueron los entremeses de una tarde tranquila, sin agobios, pero llena de recuerdos de juventud

3 comentarios:

circe dijo...

qué enviadia!!! esos son los mejores planes: los que no se preparan....Os imagino perfectamente...sentadas frente al ordenador, la música a tope y una humareda......de....de sospechosa procedencia...jajajjaja
Pues nada...a hacerlo más amenudo!!!! que eso es bueno para el cuerpo y el alma: lo de hacer lo que a uno le da la gana

celia dijo...

Y que bien lo pasamos, sin nadie a nuestro alrededor, solitas, solitas. Eso se aprecia una barbaridad, pues todo salió perfecto.

Mariquilla Terremoto dijo...

¡Qué dos románticas!. Como dice Circe a repetir , que son dos dias,